lunes, 8 de octubre de 2012

A la Orilla de la Felicidad.

Hace miles de años en el Antiguo Egipto,vivía una muchacha llamada Carnilé. Era una bella huérfana,educada,simpática,amiga de todos,y, como no,esclava.
Su casita estaba situada junto al río Nilo, a menudo venían caimanes y más animales a encontrarse con ella,no para comérsela, si no para charlar un rato, pues, tenía en don de hablar con los animales.
Al otro lado del río vivía un Faraón muy apuesto llamado Jiseth I. Este era divertido,bueno,bondadoso,muy temerario y algo despistado.
Por algunas razones el pueblo no quería a Jiseth como gobernante ya que, según ellos,no tenía madera de líder y todo se volvería un caos.
Aún así el no se derrumbaría, seguiría con sus planes de futuro, todo para el bienestar de sus súbditos y del suyo propio.
Era rico,tenía 318 esculturas en su honor y 23 cámaras repletas de oro macizo y piedras preciosas.
A pesar de tenerlo todo había algo que deseaba día tras día y se preguntaba una y otra vez cuando lo tendría. Quería amor,pero no cualquier amor,ya estaba cansado de perseguir a las doncellas de palacio,quería un Amor Verdadero,alguien que estuviera ahí, en lo bueno y en lo malo.Que lo comprendiera,que lo apoyase,que compartiera su lecho con él todas las noches,alguien a quien mirar a los ojos en cada amanecer.
Un día Jiseth decidió inaugurar una pirámide en su honor para que cuando el falleciera fuera sepultado ahí,como ya lo habían hecho sus antepasados.
Todo el pueblo estuvo invitado ,incluida Carnilé, cada uno de los invitados tenía que llevarle un presente al Faraón.Pasaban desde amuletos y diamantes en bruto hasta hermosas esculturas dedicadas a los dioses y algún que otro animal exótico.
Llegó al turno de Carnilé y como era pobre y apenas tenía para comer le ofreció una flor del desierto.
Todos comenzaron a abuchearla pero Jiseth, al ver ese gesto tan bello, calló a la multitud y le ofreció asiento a su lado.
Carnilé no podía creerlo, estaba avergonzada y el no hacía más que hablarle sin parar y mirarla de forma pícara mientras ella miraba fijamente sus imnóticos y hermosos ojos color esmeralda.
Estuvieron horas y horas charlando,compartieron sus penas y alegrías, los dos se gustaban mucho,estaban hechos en uno para el otro.
Cuando cayó la noche se despidieron tristemente.A pesar de que se querían con locura, no podían estar juntos pues el pueblo se levantaría y provocaría una guerra.
A partir de entonces, todas las noches Carnilé escribía en un papiro las cosas que pensaba de Jiseth, todo lo que le gustaba y lo mucho que lo extrañaba.
Llamaba a su halcón y le decía que se lo entregase a su amado a la media noche y así era siempre, la misma rutina.
Jiseth estaba muy contento pero vacío a la vez, pues la quería tener a su lado para siempre.
Una noche mientras el Faraón acababa de cenar el halcón apareció con una flecha en el ala derecha, pero, ni rastro del papiro así que lo curó y lo dejó ir de nuevo.Se recostó en su cama, pero no pudo dormir,pensaba que algo iba muy mal.
Cuando amaneció ya no pudo aguantar más y fue en busca de la mujer de sus sueños, la encontró delirando en la orilla del río(...)pues el consejero real, al haber interceptado el papiro,y descubierto el romance,la envenenó.
Era el fin, Jiseth sabía que no podría seguir viviendo si ella moría ,así que ,decidió llevarla y sus aposentos para que el sacerdote,que era amigo de Jiseth, la ayudase.Aquel descubrió que era veneno para ratas que anteriormente le había dado al consejero,pues Carnilé, aún conservaba el frasco en sus manos.
Mientras le proporcionaba el antídoto,Jiseth ,enfurecido,fue en busca del consejero para reclamar venganza.Detuvo a un soldado que hacía guardia y le preguntó bruscamente donde se encontraba el consejero corrupto. -¡En sus aposentos!- respondió en intimidado soldado.
Entonces, mientras corría se chocó con Siné una doncella de palacio que busca el favor del joven.
 -¡Aparta!- gritó casi ignorándola.
Y al final del pasillo, justo delante de la puerta, cogió una bocanada de aire,abrió, y justo ahí encontró al desagradable consejero.Este con cara de inocente y en tono burlón preguntó -¿Qué deseáis mi señor?-.
-¡Pagarás por lo que has hecho!-Exclamó Jiseth, mientras lo apuntaba con su dorada hoz,heredada de su padre.
Sin pensárselo dos veces ordenó a sus guardias que lo apresaran y le dieran su merecido castigo.Le cortaron la lengua y lo echaron al pozo de los caimanes.
Finalmente Jiseth fue a la habitación donde se encontraba su amada, que se recuperó con éxito, la abrazó y la besó,como nunca antes la había besado...

*L'amore non è ciò che sentiamo, è che ci sentiamo involontariamente.*

Colaboraciones:
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